Peter (Woody Norman), un niño de 8 años, se encuentra atemorizado por extraños golpes provenientes detrás de la pared de su cuarto. Sus padres intentan convencerlo de que todo es producto de sus sueños e imaginación; esto lo desconcierta y hace que dude tanto de él como de las verdaderas intenciones que tienen sus padres. Mientras el sonido detrás de la pared se intensifica, Peter tomará decisiones de las que se arrepentirá.
¿Se acuerdan de Escalofríos?
Uno de mis primeros contactos con el terror fue gracias a la serie Escalofrios (1995), en canal 4. Me acuerdo que no lo daban en día y horario fijos, pero que cada vez que agarraba algún capítulo quedaba fascinado. No supe bien por qué, y leyendo lo que dijo Deborah A. Forte, productora ejecutiva de la serie, encontré algunas respuestas: “A diferencia de muchas historias de miedo en las que hay adultos y monstruos, aquí se trata de niños reales muy cercanos a nuestro público. Son niños reales en situaciones extravagantes”.
Ver esta película me hizo acordar a los mejores capítulos de esa serie. Está contada desde la perspectiva de un niño, lo cual va perfecto con el tipo de historia que es: simple, directa y atmosférica. Visualmente es espectacular. Hay un excelente manejo de los ángulos de cámara y de las sombras, que permanentemente hacen que se aumente la tensión. Me encanta que tenga en claro que en este contexto sugerir es mucho más terrorífico que mostrar, ya que no es necesario mostrar litros de sangre o monstruos horribles para quedar inmersos en una sensación de ansiedad atrapante. Hay muchas secuencias intensas, donde los jumpscares son elegidos cuidadosamente para mantener la atmósfera.
Atando cabos para los giros
Poco a poco, a lo largo de la película, se empiezan a atar cabos a medida que se van explicando las cosas y, aunque no estamos ante un giro al estilo Shyamalan, hay algunas cosas difíciles de adivinar, donde los pequeños detalles importan.
Las actuaciones son tremendas y sostienen la película. Peter (Woody Norman) hace que conectemos con él desde un principio y nos den mucha lástima las injusticias que debe atravesar. Por otra parte, sus padres Antony Starr y Lizzy Caplan hacen un gran trabajo construyendo su naturaleza psicótica con cada acto de abuso sobre este pobre pibe.
Hoy está de moda usar el espantoso término Slow Burn para referir a la supuesta lentitud de una película. Para quienes no disfruten de una construcción que se toma su tiempo, les costará conectar, pero puedo garantizar que todo vale la pena gracias a su perfecto final, donde todas las piezas encajan. Siento que estamos ante la joya subestimada de terror del año
Juan Pablo Aguirre