Ya retirado y viviendo en un exilio autoimpuesto en la ciudad más glamorosa del mundo, el célebre detective Hercule Poirot (Kenneth Branagh) asiste a regañadientes a una sesión de espiritismo en un palacio decadente y encantado. Cuando uno de los invitados es asesinado, el detective se ve inmerso en un mundo de sombras y secretos.
Resulta muy interesante y acertado que, siendo Poirot un tipo sumamente escéptico, la película tomara el riesgo de mezclar elementos sobrenaturales en el misterio, como si se tratase de Scooby Doo. Es también la primera vez que su director (y protagonista) Kenneth Branagh da al público las piezas para resolver el misterio por su cuenta.
No es una película de terror pero tiene jumpscares que asustan. La atmósfera y la ambientación son muy correctas y, aunque no genere el impacto psicológico de una película 100% del género, la sensación inquietante del edificio fue capturada en gran forma, gracias a su fotografía. Otra cosa a destacar es su banda sonora, que es silenciosa cuando hace falta e inquietante cuando es necesario.
Quizás queda en el debe que me hubiera gustado conectar más emocionalmente con los personajes, pero en líneas generales es una experiencia disfrutable.
Juan Pablo Aguirre